viernes, 1 de mayo de 2009

EL TERCER HOMBRE

(A Orson Welles, Alida Valli, Joseph Cotten y Trevor Howard,que nunca pudieron volver a ser ellos mismos; a Carol Reed y OrsonWelles, de nuevo, que redescubrieron el expresionismo cinematográfico;a Graham Greene, que escribió, tal vez, su mejor obra; al armenioAntón Karas, que consiguió que una de las más grandes películas de lahistoria fuera recordada por su música y, por último, a Vienacon la promesa de que algún día nos conoceremos.)


Un gato maúlla,
vuela desde los brazos que le acogen
hacia la noche negra...,
vaen busca de otros brazos más amigos,
-del hombre malo y sonriente, brazos-.

La noche negra...,
-va-,
(no importa que esta seade negruras tendidas),
silente paso de felino,
cruza entre imágenes
que tienden a caer,
que caen
en forma de tinieblas,
oscuros arabescos,
espirales en suelos salpicados
de sangres derramadas,
volutas de lágrimas sin sal,
hijas de lluvias de pobreza,
de calles rotas por la guerra.
De día, la noria inmensa y lenta
como si fuera un mar en calma,
-única vez que el sol alumbra nuestra historia-,
quiere ausentar la tristeza del Prater,
ha visto, -sabe-,
que en sus jardines, las hojas tiemblan todavía
la batalla ha pasado,
debía estar en el olvido,
mas el sonido de las bombas estremece,
-queda-,
hasta en los tallos tiernos de la primavera
y hace que nazcan brotes
de polen con perfume a pólvora.
Juegan al pie, los niños sordomudos,
ciegos, que no quieren saber,
huérfanos de calor, con globos que no vuelan al cielo
y que la hierba acoge,
llenos de gas mostaza,
y de penicilina adulterada,
pesados, duros como el hambre.
Las aceras en sombras,
-umbrías-,
hilos de luz de gas,
las farolas marchitas
hacen que las fachadas ladeadas,
aguafuertes de Eisner, dominantes negruras,
no caen, se inclinan ante el hombre
que huye, que vive y está muerto,
el hombre, de sonrisa ladina, máscara del temor.
-El hombre malo, de cínica sonrisa-.
En un portal,
un gato ronronea y pule los zapatos con su piel.
Yanqui escritor de letra y vida fracasadas,
arterias con alcohol y tinta,
existencia sin oportunidad,
-absurda la existencia-,
cree en la amistad y no desea ver la muerte.
Y piensa, pobre, que el amor existe.
-Sencillamente, absurdo-.
La guerra sigue sobre Viena.
Mas... ¿no acabó?
Las guerras nunca acaban, no.
Un hombre cae desde el balcón.
El niño del balón acusa,
señala, la voz y el dedo, a un inocente,
como si en vez de niño fuera adulto.
¿Y qué más da?, ninguno es inocente
porque nadie es culpable
-nunca, ¿verdad?-
y hacen falta culpables.
E, igual que siempre, una mujer,
los ojos verdes,
rasgados, grandes, tristes y asustados,
el miedo siempre,
una emigrante sin papeles,
no importa lo que oiga, las palabras son eso,
da igual saber, lo he dicho:
una mujer enamorada de un recuerdo
o de un amor imaginado.
(Mujer del hombre vivo-muerto)
Notas agudas, melodiosas, largas notas,
hacen que vibre el aire frío de la noche,
desaparecen Harry Lime y su sonrisa falsa,
buscan alcantarillas donde los hombres
desde que nacen viven, moradas permanentes,
las cárceles del alma de Zilahy,
sucias y lóbregas, como los pensamientos más ocultos,
aquellos que uno sabe que otros tienen
y nunca, nunca, nunca, dicen.
-También son tuyos-.
Tacones en el eco de la podredumbre.
No se sale, puedes correr, tratar de huir de tu destino,
nadie puede escapar por donde no hay salida.
Las puertas, tapas circulares, tienen rejas.
(La vida tiene rejas)
-Las cárceles del alma-.
Esta vez sí: el hombre malo, cínico, perverso,
el hombre temeroso,
el que dice que el mundo es como es,
el que sólo se ama más que a nadie,
el que muestra su miedo,
el único,el auténtico,
el exponente de la raza humana...,
el Harry Lime que todos somos...,
esta vez sí: el hombre cierto muere.
Desde el fondo del parque que llega al cementerio,
ella se acerca, aumentan nota a nota, los acordes de cítara,
el aire se apodera del ambiente, espera el yanqui sobre el banco,
la ve venir, entre cipreses que guardan el camino en piedra,
pasa de largo, sin mirar siquiera, ahora la música lo es todo...
Luis A. Alcocer

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